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San Francisco de Asís es una de las figuras más conocidas dentro del ámbito eclesiástico en toda la historia y, probablemente, la mejor ejemplificación de lo que significaba y significa ser algo así como un “Santo”.

Nació en el seno de una familia italiana de gran poder adquisitivo. Su padre era un rico comerciante de telas y Francisco, durante su etapa de juventud, acostumbraba a llevar una vida bastante despreocupada, haciendo bastante ostantación de ss riquezas materiales.

Sin embargo, pronto sus inclinaciones comenzaron a cambiar. En el año 1202 fue hecho prisionero en una de las revueltas de la ciudad y estuvo cautivo al menos un año. Se dice que ahí fue cuando comenzó a replantarse su vida, su moral y sus actos. Pero fue en 1205, durante un viaje a Apulia, donde presuntamente San Francisco escuchó una llamada que le hizo volver a Asís, pero mostrando una actitud totalmente distinta. Cada vez más, comenzó a refugiarse en la meditación y la oración, y a despegarse de toda posesión material.

El punto final para su conversión e produjo durante una etapa en la que convivió con leprosos, lo cual le causó gran impacto. Desde entonces, se sumergió en diversos proyectos, como la reconstrucción de la capilla de la ciudad, siempre contra la opinión de su padre, que trató de buscarlo en vano, ya que San Francisco se encontraba escondido.

Hasta su muerte, San Francisco de Asís practicó una vida regida por la austeridad, lo que incluso le valió el rechazo de los miembros de otras órdenes, que consideraban que el comportamiento del santo no estaba acorde con la posición de la Iglesia. También es conocido que San Francisco fue una de las primeras personas conocidas que realizó estigmatizaciones, y que frecuentemente se retiraba largas temporadas a rezar en las más absoluta austeridad.

Son muchas las anécdotas que dan cuenta de la conexión especial y el poder que Francisco tenía con los animales. Según cuenta la historia, todas las especies le escuchaban y obedecían sus órdenes, entre ellas las golondrinas, quienes lo seguían en bandadas y formaban una cruz por encima de donde él predicaba. Hasta un lobo salvaje que devoraba las ovejas de los pastores y atacaba a los hombres, dejó de agredir tras ser amansado por este ecologista italiano.

Con el paso del tiempo, estas anécdotas que demuestran el amor de San Francisco por la naturaleza fueron las que motivaron a la Organización Mundial de Protección Animal a instaurar el 4 de octubre(fecha en la que falleció el santo) como Día Mundial de los Animales.