Es conveniente que exista regularidad en todo lo que tiene que ver con el perro: comidas, ejercicios, horas de sueño, costumbres diarias, etc.

El perro tiene tolerancia a las alteraciones de la rutina, pero si son excesivas, o nunca hay una rutina, el perro vivirá en un estado de tensión permanente, que acusa en su salud.

Los cuidados higiénicos que se deben practicar habitualmente, están explicados en las páginas dedicadas a alimentación y cuidados.
Si hemos adquirido nuestro cachorro de un criador reconocido oficialmente, o de una tienda de animales de cierto prestigio, lo más probable es que ya haya recibido su primer lote de vacunas y esté sano de lo contrario, se juegan su prestigio). En el caso de que sea un cachorro (o no tan cachorro) encontrado, regalado por un amigo, o comprado a un particular, lo primero que hemos de hacer es llevarle al veterinario.

En los primeros meses de vida hay que darle una serie de vacunas (el veterinario ya te dirá cuales y fijará el calendario adecuado), y en cuanto cumpla el primer año hay que vacunarle contra la rabia, y a partir de ahí, una revacunación anual. No olvides hacerlo puesto que, además de ser obligatorio por ley, la rabia es una enfermedad mortal y contagiable a las personas. Además de la vacunación, no está de más aprovechar la visita anual para hacer al perro un “chequeo” general.

Recuerda que igual que con las personas, “más vale prevenir que curar”.

Son las vulgares “lombrices”, aunque esta palabra la usamos para agrupar distintos tipos de parásitos, y las enfermedades que causan son diferentes. Antes de cada vacunación, es necesario desparasitar al perro. La palabra técnica es desverminación.

El veterinario nos dirá con cuanta antelación ha de hacerse y qué medicamento hemos de usar.

Independientemente de la desparasitación previa a las vacunas, si al recoger las deposiciones de nuestro perro vemos señales de lombrices, hay que llevarle al veterinario. Trata de recordar el aspecto que tienen por si te pide una descripción (lo ideal sería llevar una muestra, pero mucha gente no tiene estómago para ello).

En cualquier caso y hasta que el perro vuelva a estar sano, hay que extremar las medidas de higiene,a saber:

  • Recoger siempre las deposiciones de nuestro perro, para evitar el contagio a otros (esto es algo que debería de hacerse siempre, pero ahora con más motivo).
  • Lavarse bien las manos después de un contacto prolongado con el animal.
  • No dejar que el perro nos dé “besos”. La saliva puede transportar huevos de lombrices.
  • Mantener al perro apartado de otros perros.

Además de estos consejos generales, los que añada el veterinario. No debe retrasarse la visita más tiempo del inevitable (si descubres las lombrices el domingo, no es necesario ir al veterinario de urgencias, pero el lunes, sin falta, visítale).

Como regla general, y a nivel preventivo, podemos resumir los cuidados en lo siguiente:

uso de collares antiparásitos, mantener limpio el entorno del perro, cepillarle el pelo con frecuencia y usar después algún spray insecticida, y observación (vigilar si se rasca demasiado, caídas del pelo o lesiones de la piel, explorar periódicamente la presencia de garrapatas).

Pulgas: Aunque tengamos al perro en las mejores condiciones higiénicas, no es raro que aparezcan de vez en cuando, ya que aunque pasan poco tiempo en el perro, permanecen en el entorno durante mucho tiempo, y pueden volver a aparecer con mucha facilidad. Las pulgas del perro rara vez muerden a las personas, y solo si no hay un perro disponible.

Garrapatas: Son bastante peligrosas, ya que pueden transmitir al perro una gravísima enfermedad, la piroplasmosis (una variante de la anemia, de origen vírico). Se estacionan sobre el cesped y los matojos, y en cuanto detectan la presencia de un perro saltan sobre él. Su tamaño es pequeñísimo, pero debido a la sangre que chupan pueden crecer hasta el tamaño de un guisante. En cuanto se las detecta hay que eliminarlas.

Piojos: Chupan la sangre del perro y anidan sobre su pelo, donde pegan sus huevos (las liendres). Se reproducen a gran velocidad, por lo que pueden causar lesiones cutáneas de cierta gravedad. Además, el picor vuelve al perro inquieto y nervioso. En perros jóvenes o débiles pueden causar una anemia grave y agotamiento del organismo, a veces con consecuencias fatales.

La dieta ha de ser adecuada a la edad, sexo, raza y tipo de vida del animal.

La mayoría de las marcas de comida para perros tienen una gama variada de alimentos (para cachorros, para perros viejos, para hembras gestantes, etc), y además suelen proporcionar información acerca de la cantidad de comida que ha de contener la ración diaria en función del peso y raza del perro.

Un perro sano y bien enseñado (o sea, sin malas costumbres en cuanto a la comida) debería de comerse todo lo que le ponemos en el plato (si la ración es la correcta).

El veterinario o, mejor aún si el perro es de raza, el criador, te pueden orientar acerca de raciones y tipo de comida.

Hay que tener en cuenta algunos detalles para que la hora de la comida no cause problemas de salud, a saber: Si hace demasiado calor y el perro no quiere comer, no le obligues. Sus buenas razones tendrá.

  • En general, en verano comen menos que en invierno, debido al calor. Pero como hay muchos otros factores que pueden influir en su apetito, esto no es una regla muy firme.
  • Nunca le des de comer después de haber realizado un ejercicio intenso, aunque sea ya su hora de la comida. Primero debe reposar un rato para evitar cortes de digestión, o lo que es más grave, una torsión gástrica.
  • No le cambies la dieta bruscamente. El perro debe adaptarse poco a poco a un nuevo tipo de comida.

Otros consejos de carácter general relativos al tema de la comida, pueden verse en la página de alimentación.

. Para que el perro esté sano y en forma, debe de realizar un ejercicio regular. Pasa igual que con las personas.

  • Elige bien el momento del día.
  • Las horas de más calor, el perro tiende a pasarlas durmiendo. No pretendas que en esos momentos trabaje al máximo.
  • Un perro que hace poco ejercicio, no trabajará al máximo de la noche a la mañana. De modo que no provoques cambios bruscos en intensidad, por ejemplo al comenzar las vacaciones.
  • Los perros también sufren de agujetas, esguinces, estirones… todas esas “lesiones” que puede tener una persona sedentaria al ponerse a hacer un ejercicio fuerte bruscamente. Si se entusiasma demasiado, eres tú quien tiene que ponerle el freno, ya que el perro seguirá hasta que no pueda más.

En resumen, que el perro se mueva todo lo posible sin forzarse hasta el límite. No se pueden dar más consejos: simplemente usa el sentido común.